Monday, February 09, 2009

Necesidad de Obedecer a las Leyes Naturales


El orden del mundo. Leyes naturales y leyes inventadas por el hombre. Carácter de las leyes naturales. Predicción de los fenómenos y dominio de la naturaleza.

Hay un orden evidente en el mundo. El sol nunca deja de salir. Invariablemente, la noche sucede al día y la primera, al invierno. La luna sigue siempre el mismo ciclo. Lo mismo que los seres inanimados, los seres vivientes están construidos de cierta manera. Tienen entre sí relaciones definidas. La vida se acomoda al medio cósmico, y el medio cósmico a la vida. Las cosas que se encuentran sobre la tierra y en el cielo provienen de la combinación de menos de cien elementos, Aunque infinita mente numerosas, están todas emparentadas y cada una de ellas se comporta del modo prescrito por su estructura. La naturaleza no puede tener caprichos.

La existencia de estos hechos fue, desde la mas remota antigüedad, prescrita por los hombres. Mucho antes del alba del pensamiento estoico, Heráclito (heraclitus) tenía ya la concepción de un orden del universo, y de la necesidad de someterse a él. La creencia en la uniformidad esencial de la realidad engendró la ciencia. Toda investigación comienza por un acto de fe en el ordenamiento racional de la naturaleza. Y el inmenso éxito de la ciencia ha probado que, lejos de ser una superstición, tal creencia constituía una intuición profundamente exacta de la estructura del cosmos. La ciencia ha podido desarrollarse porque el cosmos ignora la fantasía. Y la ciencia ha revelado poco a poco al hombre los modos de ser del mundo inanimado y en cierta medida, del mundo viviente. Primeramente, con Aristóteles describió y clasifico los fenómenos. Después de cualitativa, pasó a cuantitativa. Con Galileo, Newton. Lavoisier, entró en la plenitud de su fuerza.

Poco a poco ha reducido la información que se oculta en la complejidad de las cosas. Ha llegado a descubrir la existencia de relaciones constantes entre los fenómenos que varían esas relaciones son las leyes naturales: leyes de la materia, de3 la vida, del pensamiento. Las leyes de la vida y del pensamiento se hallan lejos de tener la simplicidad de las de la materia inerte. No han podido todavía expresarse, como estas últimas en lenguaje matemático. Sin embargo, el leucocito al alargar sus seudópodos hacia la bacteria, el recién nacido que lanza vagidos y el sabio que experimenta en su laboratorio, no son efectos de un capricho de la naturaleza como tampoco lo son la oscilación de las mareas oceánicas, el viento que barre la llanura o el alud que retumba en el flanco de la montaña. Cuando se les interroga con los métodos de la ciencia, todos estos fenómenos testimonian, tanto los unos como los otros, el orden inminente de las cosas.

Las leyes naturales difieren profundamente de las leyes hechas por el hombre. Las primeras nacen de un descubrimiento, y no, como las segundas, de una invención. Como el manantial que cae en le fondo del pozo. Preexisten al descubrimiento. El código civil o el código de justicia militar son complicaciones de preceptos. Las leyes naturales expresan la estructura misma de las cosas. Por ejemplo: el ojo tiene la la función de proyectar la imagen de los objetos exteriores sobre la prolongación del cerebro que se insinúa en él. Estructura y función representan dos aspectos de un sólo y mismo objeto. Las leyes naturales son inmanentes a los seres inanimados y vivientes. Si el universo tiene como substrato una inteligencia creadora, esas leyes nos revelan un aspecto de dicha inteligencia. El mundo es como el cuerpo de Dios, pensaba Marco Aurelio. Las leyes humanas, por lo contrario, son exteriores a los objetos. No son sino convenciones sociales, frágiles productos de nuestra razón. Lo que es legal en un país no lo es necesariamente en otro. Habrán de llevar tu derecha, prescribe en Francia el código de la circulación. Habrás que llevar tu izquierda, dice en Inglaterra. Antes estas leyes, todos no son iguales . El rico y el poderoso se sustraen sin dificultad a su imperio. Por el contrario , las leyes naturales son universales e inexorables. En todo el país, sin excepción, nadie puede desobedecerlas impunemente. Nunca advierten a quien las transgredan: el castigo es tan silencioso como el precepto.

Algunos días del año, la asamblea de Atenas acometía la labor de revisar las leyes. Porque las convenciones sociales son siempre transitorias. Las leyes naturales , por el contrario son eternas. Han existido desde el origen del universo y durarán tanto como el universo dure. La velocidad de la luz jamás cambiará. Ante la ley de la gravedad, los hombres son iguales. Siempre nos será imposible caminar por nuestros propios medios sobre el agua, o elevarnos espontáneamente en el aire. Mientras la luna gire en derredor de la tierra, se producirán las mareas. Nada impedirá que una reacción química duplique su velocidad cada vez que la temperatura se eleve en diez grados centígrados. Hoy, lo mismo que hace cien mil años, el glucógeno se transforma en ácido láctico en el músculo que trabaja. Y cuando ese músculo llega a ser ácido, sobreviene la fatiga. Siempre será cierto que una caloría equivale a cuatrocientos veinticinco kilográmetros. Igualmente, las leyes de la herencia son invariables. Los locos y los deficientes mentales no dejarán de ser engendrados por los locos y los deficientes mentales. Los tejidos de los seres humanos están hechos de tal suerte que se deteriorarán siempre bajo la influencia del alcohol. Las leyes naturales no constituyen, pues, como el Código civil, un aspecto contingente de la realidad. Son un aspecto necesario de todo lo que existe en derredor de nosotros y en nosotros mismos.

El conocimiento de dichas leyes permite presidir los fenómenos o provocar a voluntad su aparición. Por esa razón la naturaleza ha dado al hombre el dominio de la tierra. Pero el orden no se manifiesta en toda la naturaleza con claridad uniforme. Nuestro espíritu está lejos de penetrar con la misma facilidad en cada una de los terrenos de la realidad. Sobre sale en el descubrimiento de los secretos de la materia inerte y en la construcción de abstracciones matemáticas. Poro comprende mal los fenómenos de la vida, porque le gusta la simplicidad y la vida es infinitamente compleja. Y por eso, la mecánica, la física y la química están incomparablemente más adelantadas que la fisiología o las ciencias sociales. Conocemos mejor los átomos y las estrellas que nuestro espíritu.

Las leyes naturales tienen una gran jerarquía. En la cumbre se encuentran las que expresan una uniformidad completa en el comportamiento de las cosas. Por ejemplo: la ley de la gravitación, la de la conservación de la masa y las dos leyes de la conservación y de la degradación de la energía. Más abajo se encuentran las leyes biológicas, como las de la adaptación y las de la herencia. Estas leyes se hallan lejos de haber alcanzado el grado de abstracción, de precisión y de belleza de las leyes físicas que se se definen por medio de formulas algebraicas no expresan sino las tendencias de ciertas actividades corporales y solamente así es como debe ser consideradas. Las leyes de la psicología son más imperfectas todavía sin embargo, los modos de ser de la razón o del sentimiento desempeñan en el mundo un papel tan esencial como la ley de la gravitación, porque caracteriza la mayor y más misteriosa energía que existe sobre la tierra: la energía espiritual. En el grado inferior de la jerarquía están las leyes de la sociología. Muchas de estas leyes no son más que suposiciones, porque la sociología es aún, una ciencia conjetural. Estamos, pues, lejos de conocer con igual certeza todas las partes de lo real.

La predicción de los fenómenos no se lleva a cabo con completa seguridad sino en el terreno de la física o de la química. Sabemos, sin posibilidad de error, en qué momento se producirá el próximo eclipse de sol. Y lo que ocurrirá si ponemos en presencia del ácido sulfúrico el carbonato de calcio. Pero no podemos determinar por adelantado la época de la muerte de un individuo cualquiera, o la influencia de la derrota o la la victoria sobre el porvenir de una nación.

Quizá la inteligencia humana no haya alcanzado todavía el periodo de la evolución en que llegue a ser capaz de captar lo real en la multiplicidad de sus formas. Quizá también sea suficiente emplear mejores y más pacientes métodos para que las leyes naturales se nos revelen con igual claridad en todos los terrenos. Pero nuestra ignorancia no debe incitarnos a creer que el orden no se extiende sino sobre una parte del mundo.

El éxito de la vida moral o social depende, sin duda, de reglas tan definidas aunque más complejas que las de la mezcla de los gases o de la propagación de las ondas luminosas, sus reglas las ignoramos todavía.

Es preciso no olvidar que nuestros antepasados sentían la presencia de un orden del universo, pero que nunca descubrieron sus leyes. Nosotros, los modernos, hemos encontrado las leyes de la física, de la química y de la fisiología. Quizá seguiremos siendo siempre incapaces de formular esas leyes de las relaciones humanas, cuya existencia suponemos hoy. En poco a poco la fuerza para captar los mecanismos obscuros de la armonía del mundo.

Extracto de la obra “La Conducta en la Vida” de Alexis Carrel (1873 – 1944) escrita en 1941 Titulo original de la obra “Réflexions Sur la Conduite de la Vie” editado por Librairie Plon París 1950. De la biblioteca de Instituto de Superación Física y Mental. Profesor Narváez Libro 422 Primera edición en español mayo de 1951 Editorial Guillermo Kraft. Buenos Aires.
Info: jairo.narvaez@yahoo.es
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