La ciencia médica moderna, demasiado dirigida sobre la técnica de laboratorio y sobre la química industrial, ha hecho perder de vista poco a poco al hombre que él es el único garantizador responsable de su salud. Creemos actualmente que es suficiente tal o cual medicamento para restablecer la salud, creencia que no tiene necesidad de reglas morales y alimenticias; todos los excesos nos están permitidos, pues cualquiera que sea el mal, siempre habrá un remedio milagroso...
Qué monstruoso error...! Es el camino de la facilidad, y place al vulgo ignorante que corre hacia su perdición.
"Toda enfermedad es el resultado y la sanción de las faltas cometidas contra la ley divina de la vida". La expresión "hacerse mala sangre" es literalmente verídica. El pensamiento puede engendrar lesiones orgánicas; la inestabilidad de la vida moderna, la agitación incesante, la falta de seguridad, crean estados de conciencia que nos producen desarreglos nerviosos y estructurales del estómago e intestinos, desnutrición y el paso de microbios intestinales en la circulación de la sangre. Las colitis, las infecciones renales y de la vejiga que les acompañan son el resultado lejano de desequilibrios morales y mentales.
Si se toma, por el contrario, la actitud mental que nosotros preconizamos y las directrices dietéticas, estos sentimientos de paz, de equilibrio, de apacible certitud en la Justicia Divina que resultan, crean un clima favorable al buen funcionamiento de nuestro organismo y nuestro cerebro.
"La vida es simple y fácil para aquel que procura ser invariablemente justo, sincero, verídico y caritativo".